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1. Descripción del ámbito de actividad
2. Impacto ambiental y medidas de protección
2.1 Protección vegetal general
2.2 Métodos especiales de la protección vegetal
2.2.1 Métodos físicos
2.2.2 Métodos químicos
2.2.3 Métodos biotécnicos
2.2.4 Métodos biológicos
2.2.5 Métodos integrados
3. Análisis y evaluación de impacto ambiental. Fuentes de referencia
4. Relación con otros ámbitos de actividad
5. Evaluación sinóptica de la relevancia ambiental
1. Descripción del ámbito de actividad
La protección vegetal tiene como fin la limitación de las pérdidas de rendimiento de la producción de plantas útiles durante el período de crecimiento y después del mismo (protección de productos almacenados), aplicándose también como medida de cuarentena. Sirve predominantemente para garantizar los rendimientos, y en cooperación con otras medidas de cultivo, también para incrementarlos.
Se dispone de toda una serie de medidas individuales, en parte divergentes en lo que atañe a sus efectos ecológicos, económicos y socioeconómicos, para mantener los agentes dañinos (enfermedades, plagas, malezas) por debajo del umbral económico de daños. A fin de reducir la probabilidad de los daños se toman las siguientes medidas preventivas, que en parte pertenecen también al sector de la producción vegetal (véase el capítulo de Producción vegetal), lo que al mismo tiempo pone de manifiesto la íntima relación existente entre ambos sectores:
- configuración del lugar (setos, franjas marginales, etc.),
- elección de lugares y variedades,
- siembra, plantación,
- semillas y plantas sanas,
- rotación, cultivo mixto,
- tratamiento del suelo, mejoramiento,
- fertilización,
- cuidados culturales,
- actividades de cosecha,
- almacenamiento.
Estas medidas se ven asistidas por los siguientes métodos directos de protección vegetal:
- físicos,
- químicos,
- biotécnicos,
- biológicos e
- integrados.
Los métodos físicos destruyen directamente los agentes dañinos, están dirigidos a frenar su desarrollo, o bien impiden su difusión en el espacio. Pueden clasificarse en medidas mecánicas y térmicas. Las primeras incluyen el tratamiento del suelo contra malezas, plagas (escarda, eliminación de partes enfermas de las plantas y de huéspedes intermedios), el anegamiento de los campos contra agentes habitantes del suelo (p. ej. contra fusarium oxysporum, causante de la enfermedad de Panamá del plátano), aplicación de fajas de cola contra insectos dañinos incapaces de volar y otras medidas destinadas a mantener alejadas o a capturar las plagas, como pueden ser cercos, zanjas (para el control de la langosta), trampas y la recogida de parásitos. En el caso de los métodos térmicos se aprovecha la sensibilidad de los agentes dañinos contra las altas o las bajas temperaturas. Entre estos métodos cuentan el tratamiento con agua caliente de semillas y plantones (p. ej. para control de virus y bacterias que atacan a los esquejes de la caña de azúcar), la solarización (la cobertura del terreno con lámina de plástico produce efectos fitosanitarios a través del efecto invernadero originado por los rayos solares; esto se aplica p. ej. para combatir plantas de semillas parásitas, plagas del suelo, etc.), el flameado para el control de malezas, la quema de residuos vegetales. Las temperaturas bajas frenan la difusión de determinadas plagas de almacén.
Los métodos erradicadores, protectores y curativos se aplican en la protección vegetal química a fin de destruir los agentes dañinos o de mantenerlos alejados de las plantas, a fin de proteger éstas contra el ataque y la penetración de tales agentes o para curar plantas o las partes de plantas enfermas o atacadas por las plagas. Los límites entre estos métodos clasificados según sus efectos son flexibles, y muchos plaguicidas no pueden asignarse a una sola forma de actuación. Frente a las plagas, los productos fitosanitarios tienen generalmente un efecto letal por actuación sobre procesos metabólicos importantes o por destrucción de las vías de estímulo. A través de la selección de la materia activa, de la formulación, de la técnica y del momento de la aplicación se consigue una selectividad en diversos grados.
Los métodos biotécnicos y biológicos de protección vegetal han adquirido cada vez más importancia, también por la actualmente más realista apreciación de los riesgos y los límites de las medidas químicas. Los primeros aprovechan reacciones naturales de los organismos dañinos (casi exclusivamente de los móviles) a estímulos físicos y químicos para modificar su comportamiento en el sentido de la protección vegetal (p. ej. trampas de luz y color, sustancias químicas atrayentes y repelentes, feromonas, hormonas, reguladores del crecimiento). En un primer plano se sitúan básicamente aquellas medidas cuyo objetivo no es la muerte inmediata del organismo dañino, sino el control de la población con fines de pronóstico, defensa y disuasión. En combinación con medidas químicas pueden matarse también tales organismos.
La protección vegetal biológica abarca el uso de organismos y de sus prestaciones con fines de protección y de fomento de la resistencia de las plantas frente a factores limitadores bióticos (plagas) y abióticos. Para el control de plagas y enfermedades, esto tiene lugar a través de medidas directas de conservación y fomento, uso masivo artificial y nueva integración de organismos útiles en hábitats en los que anteriormente no estaban presentes. Hasta ahora, el control biológico de las malezas se desarrolla predominantemente a través del nuevo asentamiento de organismos útiles.
Entre las medidas biológicas cuenta además la inducción de resistencia a enfermedades, que en el caso de las plantas puede producirse, por ejemplo, infectándolas con agentes patógenos de virulencia reducida.
Existen estrechas interrelaciones entre la protección vegetal biológica y la integrada en el sentido de que en ambos métodos se da una gran importancia a la regulación por factores limitadores bióticos. Condición para el funcionamiento de estos métodos es además una renuncia prácticamente total al uso de plaguicidas preventivos y de amplio espectro. Las posibilidades de aplicación de los métodos biológicos están limitadas en las biocenosis agrarias de uso intensivo y pobres en especies, mientras que tienen una mayor relevancia en las formas extensivas de explotación y en cenosis ricas en especies. Los límites están fijados ante todo por la eficiencia de los organismos útiles y por su dependencia de las condiciones ambientales.
La protección vegetal integrada es un concepto en el que se aplican todos los métodos ecológica y económicamente razonables con la mejor coordinación posible para mantener las plagas por debajo del umbral económico de los daños, poniéndose en un primer plano el uso de factores limitadores naturales. El objetivo fundamental es la mayor protección posible del sistema natural, lo que debe alcanzarse reduciendo las aplicaciones de productos fitosanitarios químicos, integrando al mismo tiempo diversos instrumentos propios de las restantes medidas. Aquí son particularmente íntimas las relaciones con la producción vegetal. La reducción del uso de plaguicidas al nivel absolutamente imprescindible debe alcanzarse por renuncia a pulverizaciones rutinarias o según calendario, por adaptación de la dosificación de plaguicidas a las condiciones reales, por renuncia a productos persistentes y de amplio espectro (perjudiciales para los organismos útiles) y por elección del momento de la aplicación, teniendo en cuenta la protección de los organismos útiles.
En general, los métodos integrados de protección vegetal dan mejores resultados en los cultivos permanentes, por sus biocenosis más estables, sobre las que debe influirse en forma persistente, que en el caso de los cultivos de corta duración, donde las comunidades biológicas están sometidas forzosamente a un cambio continuo. Los límites y los riesgos de estos métodos se ponen claramente de manifiesto en caso de ser practicados por personal sin la debida formación. Por regla general se plantean grandes exigencias en cuanto a conocimientos sobre las relaciones biológicas, ecológicas y económicas.
2. Impacto ambiental y medidas de protección
2.1 Protección vegetal general
· Impacto ambiental
Las repercusiones de la protección vegetal sobre el medio ambiente resultan de los efectos de las sustancias y/o energéticos sobre organismos y de su influencia sobre el suelo, el agua y el aire. La nocividad de una medida de protección vegetal depende, especialmente bajo el aspecto de su persistencia, de su variada forma de influir sobre el complejo de interrelaciones del ecosistema. Impactos ambientales negativos son probables cuando la aplicación de la protección vegetal no tiene en cuenta suficientemente los aspectos ecológicos. Aplicaciones exclusivas de una misma materia activa provocan la formación de resistencias en las plagas. Métodos de control no específicos reducen ciertamente la difusión de la plaga, pero también afectan inintencionadamente a un gran número de organismos útiles. Con esto van en detrimento de la variedad de especies y de los mecanismos biológicos de regulación, por lo que existe el riesgo de una proliferación más rápida de las plagas, lo que a su vez exigirá una mayor protección vegetal. Además son de esperar repercusiones sobre la abiosis (p. ej. erosión del suelo por las labores auxiliares de la protección vegetal).
En combinación con otras medidas agrícolas, la protección vegetal amplía los límites ecofisiológicos de un gran número de cultivos. El cultivo de papas o tomates en regiones montañosas húmedas exige una protección vegetal de mayor intensidad contra hongos. Las plantas cultivadas cuyos órganos de reserva subterráneos son el producto de la cosecha (p. ej. papa, taro) ponen en peligro la persistencia del uso de las tierras, especialmente en caso de cultivo en las laderas, por los riesgos de erosión y por la mayor movilización de nutrientes.
El fácil manejo y los rápidos efectos de los plaguicidas han llevado a que la protección vegetal química adquiera una destacada importancia, que al mismo tiempo conlleva el riesgo del uso indiscriminado, p. ej. el de una aplicación no rentable.
Las condiciones socioeconómicas se ven en parte considerablemente influenciadas por la introducción o la modificación de los métodos de protección vegetal, que al mismo tiempo son un elemento determinante del sistema de producción. Esto es válido ante todo para países agrarios. Así, por ejemplo, en caso de pasar de la agricultura con barbecho al cultivo permanente, se requieren gastos monetarios considerablemente superiores para el control de las malezas, lo que trae consigo las correspondientes repercusiones socioeconómicas. Además, el espectro de la flora de las tierras cultivadas se desplaza en dirección a especies de control más difícil.
Del uso de herbicidas en lugar de la escarda convencional pueden resultar perjuicios para aquellos grupos de población (niños, mujeres, hombres, grupos étnicos) a los que hasta entonces correspondía la responsabilidad de tales tareas. Además, por la introducción de nuevos métodos pueden verse afectadas la salud, la capacidad laboral y las relaciones de propiedad. Por otra parte, los objetivos sociales y las ideas de ética y moral fijan el marco dentro del que debe moverse la protección vegetal (p. ej. prohibición de matar grupos de animales; valoración de la calidad del aire y del agua, ausencia de residuos, protección en el trabajo, preferencias laborales, demanda de tiempo libre).
· Medidas de protección ambiental
El objetivo de las medidas de protección ambiental es limitar a largo plazo a un mínimo los daños ecológicos derivados de la protección vegetal. A tal fin tienen que sospesarse objetivos macroeconómicos y objetivos individuales o microeconómicos, aplicándose consecuentemente el principio del contaminador-pagador a la hora de regular los daños. El umbral de control fitosanitario debería fijarse según criterios ecológicos y económicos, teniendo en cuenta aspectos a largo plazo.
Esto debe intentarse utilizando al máximo los factores limitadores naturales (véanse las medidas de protección en el capítulo de Producción vegetal), así como por reducción de la probabilidad de los daños (véase el apartado 1). Los efectos derivados de la protección vegetal sobre el sistema de producción y el ecosistema, p. ej. por una ampliación de los cultivos a lugares con una mayor intensidad de infestaciones, han de tenerse en cuenta al igual que las repercusiones sobre las relaciones económicas y sociales de las personas.
2.2 Métodos especiales de la protección vegetal
2.2.1 Métodos físicos
· Impacto ambiental
Los métodos térmicos suelen necesitar para su ejecución cantidades considerables de energía, a fin de matar los agentes dañinos por efecto del calor (flameado, generación de vapor o agua caliente). Deben tenerse en cuenta los efectos de la generación de energía sobre el medio ambiente (véase el capítulo de Planificación energética, Energías renovables). En el caso de la solarización se aprovecha ciertamente la energía solar; pero para conseguir el efecto de invernadero se requieren, cubriendo toda la superficie o entre las hileras de cultivo, láminas de plástico, generalmente de polietileno, cuya eliminación como desecho aún no está resuelta satisfactoriamente en muchos países. Los efectos de los métodos térmicos sobre la biocenosis son generalmente no selectivos, por lo que generalmente en los suelos pasteurizados o esterilizados se forma un vacío biológico en el que primero tienen que establecerse nuevamente poblaciones de microflora y microfauna hasta alcanzar otra vez el equilibrio. Los métodos mecánicos aplicados en el marco del control de malezas provocan cambios en la erosionabilidad de los suelos debido al tratamiento de los mismos. A esto debe prestarse atención especialmente en las laderas. Además existe el riesgo de lesionar órganos de las plantas con lo que al mismo tiempo se forman puertas de entrada para virus y parásitos secundarios transmisibles mecánicamente. Con los métodos térmicos y mecánicos se fomenta también generalmente la movilización de nutrientes a partir de materia orgánica. Este metabolismo del humus, que va parejo a la destrucción de los complejos de arcilla y humus y a un empeoramiento de la estructura, provoca una reducción de la fertilidad del suelo. Además existe el peligro de la lixiviación de nutrientes o de su aportación a otros ecosistemas. El anegamiento destinado a restringir los agentes dañinos del suelo tiene repercusiones pasivas, si bien sólo a corto plazo, sobre los factores bióticos y abióticos del suelo, influyendo negativamente sobre la estructura del mismo y sobre la dinámica de los nutrientes. En general, los métodos exigen mucho trabajo y tienen una efectividad muy limitada en el tiempo y el espacio contra los organismos dañinos. Su aplicación puede verse limitada en parte por falta de mano de obra y por motivos económicos.
· Medidas de protección ambiental
Los métodos térmicos y mecánicos deben organizarse en cuanto a fechas, lugares e intensidad de modo que se consigan la mayor eficiencia posible y el menor perjuicio posible para los organismos útiles. En caso de aplicación de métodos mecánicos debe tenerse en cuenta la función protectora de la vegetación para la estructura y la vida del suelo. La cobertura del suelo con material vegetal cortado (mulching) brinda p. ej. una posibilidad de control de las malezas, sirviendo al mismo tiempo de protección contra la erosión. A la proliferación de las medidas mecánicas ha contribuido el desarrollo de métodos con los que se ahorra trabajo y se incrementa la efectividad. A través de un mayor grado de sustitución pueden evitarse los daños producidos por otros métodos.
2.2.2 Métodos químicos
· Impacto ambiental
Los efectos de la protección vegetal química sobre el medio ambiente abarcan esencialmente tres áreas interferentes:
a) efectos de toxicidad aguda y crónica
b) contaminación material de productos de cosecha, suelos, agua y aire por plaguicidas y productos de transformación así como su acumulación en el sistema
c) repercusiones a nivel de sistema (biocenosis).
a) La clasificación de los plaguicidas químicos según sus grupos destinatarios da una impresión errónea de toxicidad limitada a tales grupos (herbicidas - plantas, fungicidas - hongos, insecticidas - insectos, etc.). La mayoría de los productos son de amplio espectro, tienen efectos letales o inhibidores sobre los organismos por afectar sus procesos metabólicos básicos (fotosíntesis, formación de ATP (adenosín-trifosfato), formación y funciones de las membranas, etc.). La toxicidad de los plaguicidas va emparejada con repercusiones importantes. La Organización Mundial de la Salud OMS estima que anualmente sufren intoxicaciones por plaguicidas unos 1,5 millones de personas, de las que mueren 28.000 (54). Además de las sustancias activas propiamente dichas, los plaguicidas contienen aditivos destinados a darles adherencia y capacidad mojante, así como a otras funciones. Según estudios de la EPA (Agencia Norteamericana de Protección del Medio Ambiente), de 1200 aditivos examinados, 50 tienen que clasificarse como tóxicos (24).
Riesgos especiales se derivan de productos de calidad deficiente, utilizados con frecuencia en países donde imperan condiciones de homologación liberales (68). Envejecimiento, impurezas, formulaciones de baja calidad y concentraciones de materia activa discrepantes de las declaraciones son problemas que se repiten con frecuencia.
También se produce contaminación del medio ambiente por plaguicidas durante el almacenamiento y el transporte (suelo, agua, aire). Las fuentes principales son recipientes no herméticos y los problemas derivados del envasado de grandes cantidades.
El peligro de contaminación de alimentos se da además en caso de almacenamiento no separado o de venta simultánea de productos fitosanitarios y alimentos, cosa frecuente en algunos países.
La rápida caducidad de los plaguicidas, cuya vida útil es con frecuencia inferior a dos años, acarrea el problema, hasta ahora no resuelto, de una eliminación correcta de la residuos. En muchos países se acumulan peligrosas "bombas de relojería", en parte con cantidades considerables concentradas en unos pocos metros cuadrados.
La falta de formación e información de los comerciantes y los campesinos es causa de una aplicación incorrecta (confusiones, dosificaciones erróneas, no observancia de los tiempos de carencia y similares).
- La aplicación incorrecta es originada además por una identificación deficiente de los envases (pictograma, rotulación en lengua extranjera). Los plaguicidas son rellenados frecuentemente por comerciantes locales en recipientes propios de productos alimenticios (botellas de zumos, bolsas de plástico). Por el contrario, muchos recipientes de plaguicidas son utilizados después en el hogar con otros fines.
- Dependiendo de la técnica de aplicación y de las condiciones climáticas, existe peligro de intoxicación para los usuarios, para familiares que ayuden en el trabajo y especialmente para niños y vecinos. Prácticamente no hay disponible nunca vestuario de protección apropiado para los trópicos. Especialmente en el caso de aplicación con aviones, los plaguicidas suelen desviarse también, cayendo sobre viviendas, cultivos vecinos, pastos y aguas, etc.
- Un uso apropiado de los plaguicidas se basa en la compra, vinculada a unas mayores inversiones para la técnica correcta de almacenamiento y aplicación. El método requiere mucho capital.
b) Contaminación de los productos de cosecha, de los alimentos y de los forrajes con las materias activas de los plaguicidas o con sus residuos así como su acumulación, con la consecuencia del riesgo de daño para la salud de personas y animales [cosa que se da especialmente en caso de aplicación incorrecta (ver lo anterior), dosificación errónea, no observancia de tiempos de carencia.]: p. ej., el uso de hidrocarburos clorados en hortalizas de raíz provocó su acumulación en el producto cosechado y su ingestión por bebés en forma de alimentos infantiles, lo que provocó la prohibición de utilizar tales hidrocarburos clorados en el cultivo de hortalizas.
- Contaminación de suelo, agua y aire con materias activas de plaguicidas o sus productos de descomposición: más de la mitad de los productos fitosanitarios aplicados por pulverización pasa directamente a la atmósfera, siendo transportados en parte a largas distancias en forma de aerosoles, antes de precipitarse sobre el suelo y las aguas. Los residuos contaminan en gran parte directamente el suelo y las aguas. Especialmente en los trópicos existe un gran riesgo de que las materias activas pasen a la fase gaseosa, por lo que aquí no resultan apropiados plaguicidas con una presión de vapor elevada. La no observancia de criterios ecológicos o toxicológicos puede provocar problemas a los cultivos sucesivos y limitaciones en el cultivo a causa de la contaminación del lugar con sustancias tóxicas (aplicación de productos a base de cobre en las plantaciones de bananos). En caso de un poder de absorción reducido (capacidad de retención) como se da por ejemplo en los suelos arenosos, los plaguicidas y los residuos pueden ser lixiviados, contaminando las aguas subterráneas. Su persistencia puede aumentar con la profundidad del suelo, por ejemplo debido a la disminución de la actividad microbiana.
c) El efecto de amplio espectro de la mayoría de los plaguicidas o de sus productos de descomposición tiene múltiples repercusiones directas e indirectas sobre los componentes bióticos y abióticos de los ecosistemas, incluso a gran distancia del lugar de aplicación. Especialmente las repercusiones indirectas suelen ser imposibles de pronosticar, por lo que pueden producirse "efectos en avalancha" imprevisibles dentro del complejo de interrelaciones del ecosistema. Pimentel (61) calcula para Norteamérica unos daños en la biocenosis derivados del uso de plaguicidas químicos que anualmente alcanzan el importe de 500 millones de USD. Mucho más de la mitad de estos costos son originados por una reducción de los organismos útiles y por resistencia frente a los plaguicidas.
Aquí se incluye p. ej. la eliminación de insectos polinizadores y de otros organismos útiles (factores limitadores naturales) como elementos de regulación y/o control en el sistema. La aplicación de insecticidas en sistemas de cultivo de arroz en agua (de regadío) pone en peligro los peces y la entomofauna, lo que debe considerarse un indicativo del conflicto existente entre la acuicultura y el uso de plaguicidas. La actividad biológica de las lombrices de tierra y de los organismos nitrificantes se ve perjudicada por la contaminación de los suelos con bromuro de metilo.
Se producen perjuicios indirectos para organismos útiles si p. ej. la densidad de población de una plaga que al mismo tiempo sea la base de alimentación específica de organismos útiles se reduce radicalmente por el uso de plaguicidas: al diezmar una especie puede reducirse la vinculación biocenótica del organismo dañino, con la consecuencia de aumentos del índice de reproducción y de proliferaciones masivas. Ejemplo: el uso de insecticidas de amplio espectro en la fruticultura contra el pulgón del manzano hizo que la arañuela roja de los frutales se convirtiera en un problema, ya que los plaguicidas no eran lo suficientemente eficientes contra éste último ácaro, y ocasionaban al mismo tiempo la destrucción de organismos útiles.
Los plaguicidas pueden influir sobre la sensibilidad de las plantas cultivadas frente a un grupo de agentes dañinos que no se vea afectado por el producto aplicado (p. ej., las aplicaciones de herbicidas con triacinas o con derivados de la urea pueden producir un aumento de la sensibilidad al mildiu de los cereales en caso de un alto nivel de abonado).
Desplazamientos persistentes dentro de la biocenosis: Determinadas especies no se ven afectadas por los productos utilizados, o bien desarrollan resistencias frente a ellos (la aplicación exclusiva de atracinas en el maíz origina la proliferación de gramíneas como malezas; el uso exclusivo de fitohormonas en los cereales fomenta la aparición de gramíneas). El uso de insecticidas puede afectar también a los insectos polinizadores. Así, contra el homóptero del mango se utilizó Carbaryl, con lo que al mismo tiempo se pusieron en peligro o se mataron abejas (silvestres), lo que redujo los ingresos obtenidos por los pequeños campesinos de la miel y de la cera (32).
En más de 400 especies de artrópodos, de las que la mitad son plagas de las plantas, se han comprobado resistencias frente a una o varias sustancias activas (10) (p. ej. resistencia del picudo del algodonero frente al DDT y otros hidrocarburos clorados).
· Medidas de protección ambiental
Básicamente, en países con una legislación estricta relativa a la comercialización y a la aplicación de plaguicidas, como es la República Federal de Alemania, sólo pueden recomendarse y utilizarse aquellos productos que superen con éxito el correspondiente procedimiento de homologación. De este procedimiento se obtienen informaciones sobre las propiedades toxicolócas, cancerígenas, teratógenas y otras, así como sobre las repercusiones y los peligros para la naturaleza. Las materias activas se clasifican correspondientemente en clases de toxicidad. Además se hacen especificaciones sobre los campos de aplicación, sobre la eliminación correcta y sobre los métodos de análisis y los sistemas de degradación o metabolismo de productos de transformación. En el "FAO Code of Conduct" se aprobaron en 1985 recomendaciones para la homologación, la venta y la aplicación de plaguicidas. Un gran número de plaguicidas con un potencial de riesgo comparativamente alto se retiró de la circulación en países con disposiciones legales estrictas como son los EE.UU. (prohibición de aplicación), y/o se limitó su aplicación en el tiempo y en el espacio.
Las razones que se oponen a la aplicación de determinados productos suelen afectar a todos los países (30). Internacionalmente está proscrito en forma expresa el uso de productos persistentes y de amplio espectro: la así llamada "dirty dozen" abarca las siguientes 15 materias activas cuyo uso debería prohibirse por su considerable potencial de peligro.
· Insecticidas
Hidrocarburos clorados: aldrin, chlordane, DDT, dieldrin,
endrin, mezcla de isómeros de HCH, heptacloro, lindano,
camfecloro
Carbamatos: aldicarb (nombre comercial: Temik)
Organofosforados: parathion (E 605)
Otros insecticidas: dibromocloropropano (DBCP), clordimeform,
pentaclorofenol (PCP).
· Herbicidas
2,4,5-T (nombre comercial: Weedone)
Los plaguicidas tienen que identificarse a través de la descripción del contenido, de las medidas de seguridad necesarias y de la forma de aplicación admisible, indicándose además los antídotos apropiados. Debe comprobarse que los rótulos sean comprensibles para los grupos de población amenazados. Deben estar rotulados en el idioma nacional, completando estas indicaciones con pictogramas en etiquetas que no se desprendan con facilidad. El grado de analfabetismo y la conciencia del peligro por parte de los usuarios son criterios a tener en cuenta a la hora de autorizar la comercialización de los plaguicidas.
Si se utilizan métodos químicos para el control de organismos dañinos, tienen que estipularse e imponerse medidas de protección paralelas. Estos requisitos mínimos se orientan en principio a la elección concreta del producto, a la seguridad y al funcionamiento de la técnica de aplicación y a la eliminación de residuos de productos y de envases vacíos, de modo que los posibles daños se reduzcan a un mínimo.
Las organizaciones nacionales responsables de la protección vegetal deben crear los correspondientes programas de formación a fin de informar sobre los riesgos a los extensionistas y asesores, a los usuarios y a todas las personas que entren en contacto con plaguicidas. Tienen que elaborarse disposiciones legales de vigencia internacional para regular las condiciones que deben regir la puesta en circulación y el uso de plaguicidas, debiendo ser controlado su cumplimiento por organismos supervisores.
Deben utilizarse preferentemente productos de baja toxicidad, de efectos selectivos y de escasa persistencia. Como criterios para la homologación y el uso deben tenerse en cuenta los efectos, las posibilidades de manejo indebido, las particularidades regionales, las zonas de captación de aguas y las zonas ecológicas protegidas. El uso de semillas tratadas con plaguicidas como alimento para las personas y el ganado debe prevenirse a través de una identificación suficiente. A través de información, rotulación y eventualmente dando una forma especial a los envases, debe evitarse que los recipientes de plaguicidas se utilicen con otros fines en los hogares domésticos. La entrega de plaguicidas debería efectuarse únicamente en envases pequeños, debidamente porcionados. Es posible contrarrestar la aparición de resistencias en los agentes dañinos cambiando las materias activas.
El hecho de que empresas "piratas" produzcan sin autorización plaguicidas y los pongan en circulación plantea una problemática especial en muchos países, subrayando al mismo tiempo la importancia de una legislación (homologación) severa y efectiva sobre la protección vegetal así como la de que se respeten unos controles estrictos de las importaciones (dado el caso, con certificados de no objeción en cuanto a pureza/productos indebidos). Además, el acceso a plaguicidas puede vincularse a una obligatoriedad de presentación de recetas, a la demostración de que se poseen conocimientos técnicos y a su aplicación en el procedimiento de la protección vegetal integrada.
Las subvenciones estatales para productos fitosanitarios, usuales en muchos países, representan un riesgo especial en cuanto a uso indebido y amenaza para el medio ambiente (42). Debe examinarse si las medidas de cooperación y fomento alcanzan al grupo destinatario y hasta qué punto está garantizado que la aplicación de plaguicidas y la eliminación de sus residuos se realicen de modo que no se vea perjudicado el medio ambiente.
2.2.3 Métodos biotécnicos
· Impacto ambiental
Si los organismos dañinos son atraídos por un estímulo o se matan en combinación con un veneno, este efecto puede producirse también en forma no específica sobre otros organismos (véase el impacto ambiental en el capítulo 2.2.2). Las trampas de luz actúan frente a la mayoría de los insectos voladores nocturnos. La intimidación de pájaros dañinos por ruidos actúa de modo no específico sobre otros organismos, pudiendo perturbarse su forma de vida (construcción de nidos, apareamiento, cría). El uso repetido de reguladores del crecimiento (hormonas) ha provocado en forma demostrable fenómenos de resistencia en los organismos objetivo. Además existe el riesgo de perjuicios para organismos útiles, p. ej. la inhibición de la muda en larvas de abejas y de otros insectos que ingieran polen contaminado o similares.
· Medidas de protección ambiental
Los métodos biotécnicos con efectos no específicos deben evitarse (p. ej. trampas de luz con efectos sobre todos los insectos nocturnos). Los estímulos de sonido para pájaros deben limitarse en el tiempo y en el espacio a una defensa inmediata contra el daño concreto. El uso de reguladores del crecimiento debe elegirse, en cuanto al momento y a la técnica, de modo que los organismos útiles no resulten dañados en absoluto, o sólo en forma insignificante, y dado el caso se utilizarán combinaciones de sustancias atrayentes e insecticidas. Debe evitarse la aparición de resistencias con la debida elección de los productos.
2.2.4 Métodos biológicos
· Impacto ambiental
A pesar de las muchas relaciones entre organismos útiles y huéspedes caracterizadas por la alta especificidad y por lo tanto por los escasos efectos no deseados, también de los métodos biológicos se derivan riesgos para el medio ambiente: el uso de depredadores, parásitos, agentes patógenos y organismos modificados genéticamente alberga el peligro de la eliminación y el daño de otros organismos útiles, llegándose incluso a un cambio total e incontrolado de la biocenosis por la dinámica propia de los procesos biológicos. Por ejemplo, el control biológico del picudo de la cereza del café con el hongo beauveria bassiana afecta al mismo tiempo a la producción de seda establecida en las zonas de cultivo del café, ya que este hongo ataca también al gusano de la seda (bombyx mori).
En otro caso se introdujo una especie de sapo no oriundo a fin de combatir los insectos dañinos para el cultivo de la caña de azúcar. Pero estos sapos cambiaron su fuente de alimentación, convirtiéndose ellos mismos en una plaga difícilmente controlable.
Resistencias contra virus patógenos inducidas artificialmente en plantas después de una primera infección con cepas de baja virulencia de los mismos o de un virus similar llevan consigo el riesgo de mutación de los virus o bien, en caso de existir otros virus, el peligro de efectos sinergéticos.
· Medidas de protección ambiental
Las actividades de la protección vegetal biológica, especialmente en el campo de la técnica genética, deben subordinarse a disposiciones y controles legales a fin de evitar riesgos para el medio ambiente.
El desarrollo y la evolución de métodos de la técnica genética, para los que ya de antemano pueden pronosticarse o reconocerse riesgos de procesos biológicos incontrolables, deben impedirse en forma eficaz a través de la legislación correspondiente (véanse los peligros de los agentes biológicos en el capítulo de Análisis, diagnóstico, ensayo). Los programas biológicos del control de agentes dañinos deben subordinarse siempre a un control estatal efectivo. Es imprescindible crear organizaciones dedicadas al estudio y a la experimentación de la introducción de depredadores y parásitos (cuarentena).
2.2.5 Métodos integrados
· Impacto ambiental
Según sea la combinación de medidas procedentes del paquete de los distintos métodos, se producen impactos ambientales cualitativamente similares, si bien de mucha menos magnitud en el aspecto cuantitativo. Deben seguir perfeccionándose los conceptos de umbrales de daños teniendo en cuenta el aspecto de su aplicación práctica. Determinadas estrategias según las que se producen frecuentes aplicaciones de plaguicidas con una baja dosificación de materia activa en cada caso, albergan el riesgo de un fomento de las resistencias por parte de los organismos dañinos. Para la aplicación repetida de medidas de protección vegetal es imprescindible en parte la frecuente entrada al campo con tractores por los lugares. Esto implica riesgos de destrucción de la estructura del suelo, p. ej. por compactación de suelos mojados. Con frecuencia, esto sólo puede remediarse utilizando vehículos ligeros, que a su vez exigen grandes inversiones.
· Medidas de protección ambiental
Para los métodos integrados compuestos por medidas propias de los cuatro métodos antes mencionados rige lo antes dicho de conformidad con la combinación elegida.
3. Análisis y evaluación de impacto ambiental. Fuentes de referencia
La protección vegetal afecta de forma muy variada al medio ambiente. Dado que no existen conceptos transferibles de validez general, los métodos se evalúan por comparación de sus efectos sobre el medio ambiente. Para considerar métodos alternativos de la protección vegetal es necesario introducir unas pautas de evaluación. Para ello se requieren indicadores que reflejen con la mayor exactitud posible y por comparación los efectos cualitativos y cuantitativos, también en lo que atañe a la persistencia de los mismos (véase el capítulo de Producción vegetal). Tanto las materias activas como los aditivos y los productos de transformación de los plaguicidas se investigan en cuanto a sus características físicas y químicas (persistencia, capacidad de evaporación, absorción y desorción, etc.). Para determinar sus características de toxicidad y residuos (valores 50 agudos), su toxicidad crónica (no-effect level, valores ADI, Acceptable daily intake) y las cantidades máximas admisibles (permissible level) se recurre a valores de medición reproducibles, provistos de factores de seguridad. Estos sirven de indicadores y/o valores límite, y tienen que compararse con los valores de contaminación real de alimentos y forrajes, flora y fauna, suelo, agua y aire. Efectos sinergéticos y aditivos de los plaguicidas sólo pueden apreciarse a través de las interrelaciones con el medio ambiente (p. ej. disminución de especies particularmente sensibles, uso de plantas indicadoras, estudios de diversidad, etc.). Estas interrelaciones se conocen hasta ahora sólo en parte, y a ellas se superponen en parte otras medidas, por lo que en muchos casos no son atribuibles únicamente a la protección vegetal como factor único.
Las experiencias adquiridas en la ejecución de medidas de protección vegetal (p. ej. consecuencias esquilmadoras de recursos naturales o socialmente no compatibles de su aplicación) proporcionan informaciones sobre criterios de evaluación complementarios.
En el caso de daños debe considerarse hasta qué punto pueden subsanarse con un esfuerzo y unas inversiones razonables. Los riesgos de daños irreversibles tienen que registrarse por separado y evaluarse correspondientemente. Los métodos de la protección vegetal influyen sobre las estructuras ocupacionales (p. ej. reparto del trabajo entre hombres y mujeres, proporción de mano de obra y demanda de capital). Basándose en sus efectos sobre la estructura operativa y la producción pueden desarrollarse nuevos criterios de evaluación.