4. Relación con otros ámbitos de actividad
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4.1 Objetivos superiores y dimensiones socioeconómicas/socioculturales
El objetivo perseguido por muchos países no es otro que el de mejorar su situación actual caracterizada, entre otros aspectos, por el crecimiento demográfico, la desnutrición, la falta de asistencia médica e higiene, el desempleo y las discrepancias regionales, así como por un consumo incontrolado de los limitados recursos. El sector energético se encuentra estrechamente relacionado con este conjunto de problemas puesto que una cobertura suficiente y financiable de la demanda de servicios energéticos (p. ej. en relación con el suministro de agua potable y de riego, con la técnica médica, con la producción) contribuiría a aliviarlos.
La planificación energética deberá tomar en consideración estas ideas directrices a la hora de configurar el sistema energético. Los efectos positivos deseados se alcanzarán sobre todo dentro de la última fase del sistema energético, es decir en la fase de utilización de la energía. La puesta a disposición, es decir la obtención, transformación y distribución de la energía, deberá configurarse de tal forma que no se vean neutralizados los aspectos positivos (de la utilización). Surgirán conflictos entre objetivos especialmente en aquellos casos en los que los grandes complejos técnicos de obtención y transformación de la energía no se ajusten a los objetivos de la población, impliquen cambios y repercusiones socioeconómicas y socioculturales incalculables o inaceptables, y los costos y la utilidad se distribuyan entre grupos sociales distintos.
- La planificación energética deberá incluir los aspectos socioeconómicos y socioculturales. Ello implica, por lo general, la realización de amplios análisis sobre el estado actual así como la incorporación de los afectados dentro del proceso de decisión.
- Los recursos energéticos comerciales no llegan en muchos países a las capas socialmente más débiles debido a los costos que implican. Las grandes inversiones destinadas al desarrollo de la infraestructura no se reflejan con frecuencia en unos precios de los recursos energéticos que cubran los costos. Estas subvenciones movidas por motivos sociales no alcanzan de forma suficiente a los grupos pobres de la población, especialmente a grupos rurales, acentuando el desequilibrio social. Un estudio diferenciado de las preferencias y del poder adquisitivo de cada grupo, incluido como elemento integrante de un análisis sobre las necesidades energéticas, suministrará informaciones fundamentales para configurar las vías de suministro y una política de tarifas adecuada. Tal y como demuestra la experiencia constituye un instrumento importante para los grupos rurales el favorecer planteamientos de suministro descentralizados.
- Dentro del sector doméstico resulta también frecuente que la introducción de nuevos recursos energéticos tropiece con la resistencia de la población al verse afectados modelos tradicionales de comportamiento. Muchas veces fracasa, por ejemplo, el empleo de cocinas económicas de carbón o de leña porque no se presta atención suficiente a otras características decisivas de las mismas (p. ej. emisión de luz y calor, facilidad de manejo, seguridad, higiene y estética). En muchas ocasiones, sin embargo son razones económicas las que explican que no se puedan utilizar las opciones planteadas.
En el caso del suministro de energía a los hogares son las mujeres quienes toman las decisiones en muchos países, pues les incumbe a ellas la producción, recogida y utilización de los recursos de biomasa (especialmente de leña para quemar). Dada su posición en lo que respecta a la economía energética dentro del hogar, cuentan las mujeres con conocimientos especiales relativos al empleo o al manejo de recursos de biomasa. Dichos conocimientos deberán tomarse en consideración en relación con la planificación energética.
4.2 Relación con otros ámbitos de actividad
La planificación energética deberá tomar en consideración las necesidades de todos los sectores de la demanda dentro de su distribución regional y nacional. También debería tratar de influir activamente sobre las estructuras de consumo, con el fin de lograr los sistemas energéticos que resulten más compatibles con el medio ambiente.
Para ello se requiere una estrecha concertación y coordinación con una planificación regional supraordenada con el fin de evitar errores y facilitar servicios energéticos eficientes y compatibles con el medio ambiente. Existe, p. ej. una interrelación con los siguientes ámbitos de actividad:
(1) Planificación regional: Los objetivos de desarrollo de la planificación regional se podrán alcanzar contando con la ayuda de la planificación energética, ya que la disponibilidad de energía constituye una condición previa para los procesos de desarrollo. El enlace de regiones rurales a la red de suministro eléctrico puede servir también para influir sobre procesos de urbanización, contrarrestando la emigración rural.
(2) Planificación del tráfico: Un sistema eficaz de transporte público en las ciudades puede contribuir a la disminución del consumo de combustible y de las consiguientes emisiones si va acompañado de una reducción de la circulación de turismos. La conexión de regiones rurales a un sistema de comunicaciones aumenta la atracción de dichas regiones y resulta decisiva en muchos casos para una actividad industrial (conexión con mercados distantes).
(3) Planificación industrial: El asentamiento de la
industria presupone un suministro suficiente de
recursos energéticos - sobre todo, electrici-
dad -. La decisión sobre si han de instalarse sectores
económicos (productos básicos como el acero, el aluminio,
productos químicos) que implican un gran consumo de energía (y
suelen resultar, además, contaminantes) influirá sobre el
alcance del impacto ambiental esperado.
(4) Agricultura y silvicultura: Es necesario hacer referencia al problema de la utilización de biomasa como combustible y a las consiguientes repercusiones sobre la explotación agrícola. En muchas regiones resulta necesario incrementar la repoblación forestal con vistas a la obtención de combustible, pudiendo entrar en competencia con un aprovechamiento agrícola de la tierra. En este aspecto ofrece posibles soluciones la agrosilvicultura.
(5) Economía hídrica: La planificación energética deberá seguir las orientaciones dadas en la planificación general de la economía hídrica debido a su impacto ambiental. Esto resulta aplicable, p. ej. al aprovechamiento competitivo del agua para la producción de electricidad, riegos, suministro de agua y conducción de agua de refrigeración, o a la exclusión mutua entre la instalación de centrales y zonas de captación de agua potable.
A ello ha de añadirse la importante relación con distintas áreas políticas desde las que se establecen condiciones o premisas que han de incluirse dentro de los proyectos concretos de planificación general y detallada. Además de la política energética sobre la que tratamos a continuación, existen también, como es natural otras áreas de influencia, p. ej. la política industrial o la política ambiental.
(6) Política energética: Para alcanzar los objetivos de una planificación energética ambiental se requiere una política energética que tenga en cuenta los costos sociales reales que implica la disposición y utilización de los recursos energéticos. Esto puede conseguirse, en parte, a través de la legislación (p. ej. prescripciones relativas al control de emisiones, normas de seguridad, directrices relativas a importaciones). La consecución de otros objetivos depende de las decisiones individuales de los usuarios y, por tanto, sólo puede influirse a través de los precios.
Así, por ejemplo, ha sufrido un retroceso sensible en muchos países el proceso de substitución de la leña por el gas licuado o queroseno - que resulta mucho más deseable desde un punto de vista de política ambiental - a consecuencia de los aumentos del precio del petróleo. El empleo de tecnologías no contaminantes (p. ej. sistemas fotovoltaicos con lámparas que ahorran energía, cocinas económicas y hornos de leña) ha fracasado con frecuencia en las poblaciones rurales debido a la ausencia de los medios financieros correspondientes. Una política orientada de acuerdo con el medio ambiente deberá prestar atención a tales circunstancias adoptando formas de financiamiento apropiadas, o bien a través de eventuales subvenciones/impuestos.
Por consiguiente será necesario decidir básicamente si pueden utilizarse las posibilidades de influir de forma selectiva los procesos de desarrollo a través de la planificación, lo que implicará, por su parte, la puesta a disposición de los medios correspondientes para el apoyo financiero de las opciones energéticas deseables, o si ha de ser la "evolución del mercado" la que deba determinar en gran parte dichos desarrollos.
5. Evaluación sinóptica de la relevancia ambiental
El impacto ambiental del sistema energético resultará tanto mayor cuanto mayor sea el consumo de energía, habiendo alcanzado actualmente en zonas muy pobladas unos valores (p. ej. por lo que respecta a la contaminación del aire) que representan un grave peligro para la salud. La planificación energética deberá tener en cuenta dicha circunstancia desde un punto de vista de una descontaminación ambiental, con el fin de reducir los efectos perjudiciales a una medida tolerable, y deberá establecer una base que permita introducir cambios a largo plazo en el sistema energético.
Es preciso partir del hecho de que hasta el día de hoy hay muchos países en los que, debido al bajo consumo per cápita de energía, no se le concede gran importancia al problema del CO2. No obstane, si se pretende mantener en el futuro la tasa de incremento (1980 hasta 1987) de utilización de combustibles fósiles, en los próximos veinte años serán los responsables del 50 % de las emisiones de CO2 a la atmósfera. (Como la acumulación actual de gases que provocan el efecto invernadero es atribuible al desarrollo económico de los países industrializados, seguirán siendo éstos los responsables principales del problema). Solamente podrá enfrentarse al problema con actuaciones de tipo global.
Los elementos fundamentales de una estrategia orientada a reducir el impacto ambiental negativo dentro del sector energético son los siguientes:
(1) Ahorro de energía mediante una utilización racional, económica y orientada a las necesidades dentro de todos los sectores. En este aspecto - al igual que en los siguientes ámbitos - será tan importante la formación y concienciación como la adopción de técnicas mejoradas. Ha de concederse una importancia decisiva a la aplicación selectiva de estímulos financieros (precios, impuestos) o la influencia de las condiciones económicas, p. ej. supresión de subvenciones.
(2) Utilización de las posibilidades de substitución de recursos naturales cuyo uso implique una contaminación especial del medio ambiente. Mayor utilización de los recursos locales, especialmente de recursos energéticos renovables. También aquí juegan un papel importante las cuestiones de costos y financiamiento.
(3) Agotar todas las posibilidades técnicas y administrativas para reducir las emisiones de todo tipo y para disponer un sistema aceptable de eliminación de desechos y residuos; desarrollo de planes de financiamiento apropiados (para los grupos correspondientes) que permitan realizar las inversiones necesarias.
(4) Estudio de los márgenes de acción existentes para una configuración del suministro energético futuro, modificando formas de comportamiento individuales y las condiciones sociales y políticas. Integración duradera del proceso de planificación energética en una institución apropiada que represente en todos los niveles de planificación y decisión los intereses de la planificación energética desde el punto de vista ambiental.
La planificación energética dispone de un amplio espectro de instrumentos, para apoyar todas estas tareas, que comprenden estímulos financieros directos, medidas de gestión y de promoción de la investigación y el desarrollo así como la facilitación de informaciones.
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